top of page

Universidad de los Andes

Bryan Hurtado

 

Fui el primero en llegar al salón, me sentía nervioso, reviví ese sentimiento que en Colombia llamamos primiparada, esa sensación que mezcla el miedo y la inseguridad y que suele manifestarse cuando nos encontramos en lugares desconocidos o extraños. Me senté en la última fila esperando el ingreso de los temibles e intimidadores estudiantes de la Nacional. El primer estudiante en cruzar la puerta llevaba un libro en la mano, ¿Qué leerán acá? Pensé, y con un poco de esfuerzo logré ver la portada del libro,  El último cartucho, decía, lo primero que se me vino a la mente al leer ese título fue, “un guerrillero”. Uno a uno fueron entrando los intimidantes estudiantes de la Nacional, pelos largos, cortos, hombres, mujeres, costeños, cachacos, paisas, pastusos, caleños, sociólogos, antropólogos, historiadores, economistas, politólogos, filósofos, las ciencias sociales reunidas en un salón de 20 metros cuadrados. El último en entrar fue el profesor, con barba espesa, gafas de un marco grueso y una camiseta que decía: Ramones, la legendaria banda de punk cerraba este escenario cargado de diversidad.

Finalizada aquella extraña clase, me dispuse a buscar la salida, en menos de una hora tenía clase en la Universidad de Los Andes. Salí de la facultad de Economía rumbo a la salida de la calle 26. Saliendo de la facultad me encontré con una estructura abandonada, un planchón de cemento que pareciera que alguna vez fue algo ¿qué? Ni idea, pudo ser cualquier cosa, estamos en la Nacional. Seguí caminando y algo interrumpió mi camino, los sonidos más dulces, tristes y alegres volaban por el aire, violonchelos, trompetas, violines y saxofones. Mientras trataba de encontrar de dónde provenía la música noté que las paredes de la ciudad blanca cobraban vida, al son del nocturno, colores, formas, consignas de reivindicación social, lucha campesina y revolución, bailaban sobre aquellas paredes impolutas. El viento, el pasto, la música, las consignas de lucha y un tenue aroma a cannabis crearon un manto mágico sobre la ciudad universitaria. Estaba en la universidad de Fals Borda y la de Garzón, la  de Gabo y Miguel Antonio Caro, la de Ciro Guerra y León de Greiff, la de Gaitán y Patarroyo, la de los colombianos y la mía. 10 minutos después, me encontraba terminando de atravesar el campus rumbo a la calle 26, a la normalidad, a la cotidianidad.

4 meses después de aquel día, pienso que la Universidad Nacional de Colombia es un alma mater que resume en su ciudad universitaria a Colombia. ¿Qué es lo más valioso de la UN? No son sus instalaciones, muchas veces deterioradas, no es su extenso e interminable campus, no es su plaza Ché, es su gente, sus estudiantes, sus profesores, la comunidad universitaria. También lo más valioso es tener la oportunidad de poder interactuar con gente de todos los rincones del país, de todas las etnias, religiones e ideologías políticas. Esa es la Nacho, un oasis de conocimiento en medio de Bogotá, un campus que narra en sus paredes la historia del país, de Colombia, y de los millones de estudiantes que han pasado por la ciudad universitaria.

+ + + + + + + + + + + + + + + + + + + + + 

Fabiany Montoya

 

Universidad de los Andes, postgrado MBA


Aunque solo tuve la oportunidad de cursar una materia de intercambio en la Universidad de los Andes, institución que posee no solo una de las mejores infraestructuras fisicas del país, sino que goza de un fuerte reconocimiento en el escenario nacional gracias a su factor humano.

 

El hecho de poder participar de sus actividades académicas, conocer su manera de interpretar los fenómenos de la sociedad, así como de los múltiples momentos que tuve para interactuar, compartir experiencias y conocimientos con mis compañeros, son escenarios que además de enriquecer mi desarrollo personal, me han permitido constatar la excelente preparación académica que recibimos desde la Universidad Nacional, la cual nos permite estar a la altura de las mejores universidades y afrontar los desafíos del mundo profesional.

bottom of page